Llegamos justo cuando abrían las visitas a las once de la mañana. Un día bastante gris, sin sol. Los castillos de ladrillo brillan con la luz. Hoy se veía en mate.
Al lado del río Voltoya se levanta el castillo de Coca, cuarenta metros desde el fondo del foso hasta la terraza de la torre del homenaje.
Hay bastante aparcamiento. A la puerta te venden la entrada y te dan un folleto. En un par de minutos te dan las explicaciones oportunas. Se visitan las dos torres, la del Homenaje y la de Pedro Mato, más baja. Las escaleras se suben relativamente bien pero al bajar hay que tener cuidado, son de ladrillo y están desgastadas. Unos ochenta peldaños en cuatro pisos hasta la azotea de la torre del Homenaje. Un cartel avisa a los que tengan problemas de movilidad o enfermedades de salud relacionados con el esfuerzo físico.
La ambientación de los cuatro espacios visitables en la Torre del Homenaje resulta agradable pues se añaden restos arqueológicos y artísticos al interés de la propia arquitectura.
Se empieza por la capilla en la planta baja con vírgenes góticas, una pintura flamenca y un cristo bizantino del siglo XIV.

En la segunda planta hay un pequeño museo con restos de los balaustres renacentistas del patio, azulejería y mosaicos del suelo.
En la tercera planta se conserva este aljimez mudéjar.
Desde las ventanas del cuarto nivel se ve el patio.
Después paseamos por el adarve ara pasar a la otra torre y disfrutar de las vistas (torre mudéjar de San Nicolás, iglesia de Santa María,...).
El interior de la segunda torre es menos interesante. Se ve el calabozo y la sala de arriba comunicadas por una abertura.
Bajamos, saliendo por el patio y dando un paseo alrededor del camino de ronda.Nos llevó tres cuartos de hora muy bien empleados. El resto de la mañana nos dimos una vuelta por el pueblo. Tomamos café en un bar/tienda y cargamos con salchichón, dos botellas de vino y galletitas del lugar. Pasamos muy bien la mañana del último domingo de abril.