El jefe del local pregunta siguiendo el método socrático. Después te trae la cerveza que el elige para ti explicándote sus conclusiones. Te pasas un rato muy agradable no solo por la cerveza que te toca sino por la conversación del dueño, en nuestro caso filtrada por la traducción de Diego. Le pedí una cerveza de trigo más amarga que dulce y me tocó Pater Lieven, una belga con título de frailes, ofrecía matices más delicados que las alemanas, me recordó a la típica Gloss de Leipzig. Conchi habló de frutas dulces. Le trajo St Louis Krek con cerecitas pintadas en la boca de la botella. Muy suave-menos de tres grados- y dulce. Juan disfrutó con otra variedad extra suave color clarete que salió de uno de los seis grifos de la barra. En Holanda se puede beber desde los dieciséis. Siguieron Houten Kop, Monk´s Stou Dupont, Caracter Rouge y Viven Porten para Carlos, Nuria, Sarai y Diego. El orden no es el exacto en las anteriores correspondencias.
Una experiencia imprescindible acompañada de cacahuetes. Hay que tirar las cáscaras en el suelo para que no se enfade el figura. Maastricht tiene locales únicos e irrepetibles. Un holandés que te elige la cerveza belga que más te pega, vivir para ver.
Si queréis la foto de grupo la hizo Juan en su móvil recién estrenado.
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