Nos juntamos a un grupo de guipuzcoanos maduritos y guerreros siguiendo a la guía.
Comenzamos la visita por el dormitorio de los monjes.
La Cripta dedicada a los santos Julián y Basilisa, es el más antiguo testimonio conservado del cenobio pinatense, remontándose al año 920. Debiendo acomodarse forzosamente a la roca, presenta la particularidad de no respetar la tradicional orientación canónica de los templos cristianos peninsulares. Consta de dos cortísimas naves separadas por dos arcadas de medio punto doveladas que descansan sobre un potente pilar central. Ambas naves, a través de otros dos arcos de medio punto, desembocan en sendos ábsides cuadrangulares de nicho central literalmente excavados en la roca viva, quedando comunicados entre sí a través de un pequeño ventanal de falsa herradura. También en tiempos del románico fue desplegado en los muros y bóvedas de la cabecera mozárabe un amplio programa iconográfico basado en la vida y martirio de los santos Cosme y Damián. Lamentablemente se conservan escasos restos de las pinturas.
Continuamos por el panteón de lo nobles, un pequeño espacio al descubierto habilitado entre la iglesia, las celdas monacales convertidas hoy en museo, y el moderno panteón real neoclásico. Las tumbas, empotradas literalmente en el muro, se suceden bajo una cenefa ajedrezada divididas en dos registros: doce en el superior y diez en el inferior. Los veintidós enterramientos presentan la misma disposición, quedando individualizados mediante arcos de medio punto de roscas ajedrezadas.
En las celdas situadas junto al Panteón de los nobles había una exposición sobre la vida de los monjes y otra sobre la vida del Conde de Aranda, ministro de Carlos III, que está enterrado aquí.
La iglesia superior fue edificada en dos etapas: una primera encuadrable cronológicamente en el reinado de Sancho el Mayor, de la que tan sólo se conserva un lienzo hacia el costado de la epístola; y una segunda que correspondería a la actual fábrica que, promovida por el rey Sancho Ramírez, fue definitivamente consagrada a finales del siglo XI.
Consta la cabecera de tres ábsides de planta semicircular cubiertos con bóvedas de cuarto de esfera precedidas de brevísimos tramos rectos con bóveda de cañón, siendo ligeramente de mayor tamaño el altar central, dedicado a San Juan, respecto a los dos laterales, bajo la advocación respectivamente de San Miguel y San Clemente. La triple cabecera, recorrida horizontalmente por una línea de imposta ajedrezada, queda articulada al interior en su registro bajo mediante arquillos ciegos de medio punto sobre columnas y capiteles de gran sencillez
Entramos en el Panteón de los Reyes de Aragón. Solamente pudimos entrar en el Panteón construido en el siglo XVIII. La necrópolis con los sarcófagos en piedra de los tres primeros reyes de Aragón estaba cerrada porque estaban realizando investigaciones.
Al final disfrutamos de la auténtica joya de este Monasterio: el claustro. Milagrosamente se conservan más de la mitad de los capiteles.
En los capiteles trabajó, durante la segunda mitad del siglo XII, el celebérrimo
Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña, un artista anónimo cuya
inconfundible maestría es perfectamente apreciable en diferentes edificios
religiosos del norte de Aragón y de Navarra, siendo perfectamente reconocible,
entre otros rasgos, por su personalísima manera de representar los ojos de los
personajes
La
lectura del conjunto comenzaría en el ángulo nordeste del claustro, donde fue
representado el Ciclo del Génesis, siendo reconocibles las escenas de la
Creación de Adán y Eva; el Pecado Original, su consiguiente Expulsión del
Paraíso por sucumbir a las tentaciones del demonio y, por último y como
consecuencia de su pecado, la obligación de trabajar la tierra
A continuación, a partir del tercer capitel de la panda norte, comenzaría el Ciclo de la Infancia de Cristo, apareciendo en primer lugar y sobre un único capitel los pasajes de la Anunciación, la Visitación y el Anuncio a los pastores. Tras él aparecen dos capiteles con las escenas de la Huida a Egipto y el Sueño de José por un lado, y los Magos ante Herodes junto con la Matanza de los Inocentes.
Cuando la guía acabó la explicación esperamos que se fueran los guipuzcoanos para disfrutar del Claustro y tomar unas fotos con tranquilidad.
Salimos y encontramos a la puerta el autobús que nos subió al aparcamiento.
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