SÁBADO 25 DE FEBRERO
Viajamos en tren por la noche, cuando llegamos todavía no habían puesto las calles. Desayunamos, abren a las siete las pastelarias, padarias, bares,... Lo mejor el excelente café, lo peor que dejan abierta la puerta y a esas horas entra fresquito. Dejamos la maleta en el hotel La Moderna, muy atento el dueño que lleva el mismo la recepción, nos ofreció un plano y toda clase de detalles para visitar la ciudad. A continuación fuimos a la oficina de turismo y la encargada no fue tan diligente, la que sale el viernes noche no está de buen humor a las nueve de la mañana del sábado.
Subimos por primera vez las cuestecitas de la ciudad vieja, con sus escaleritas hasta llegar al Museo Nacional Machado de Castro. Disfrutamos durante dos horas y media de los restos romanos de Aeminia, la escultura policromada del renacimiento y barroco, de las pinturas del XIV al XVIII, hasta el claustro de Sant Cruz reconstruído, ... Para visitarlo con detenimiento se necesita más de un día pues además expone colecciones de cerámica, orfebrería, marfiles, indumentaria religiosa y un largo etcétera.
De los museos europeos que más me han gustado aunque desgasta más que dos horas de gimnasio. Subes, bajas, andas,... compensan las vistas desde el patio de entrada y desde el mirador con cristalera.
A las doce y media estábamos bajando hacia el arco de Almedina. Subimos a la torre que sirve de centro de interpretación de las murallas.
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