El Real Casino de Murcia es un edificio singular, situado en un lugar emblemático de la capital entre la calle Trapería y la Gran Vía de Salzillo. Su construcción comenzó en 1847, es una mezcla de las distintas corrientes artísticas que coexistieron en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX (eclecticismo, modernismo,...).
Fachada ecléctica de 1902. Diseñada por Pedro Cerdán.
Por un pequeño vestíbulo neobarroco, que termina en arco de herradura neomudéjar, se accede al Patio árabe, cuya espectacular decoración lleva más de 20.000 láminas de pan de oro para su encofrado. De Manuel Castaños. La bóveda de cristal que cubre el patio es la parte más alta del edificio. Una inscripción en árabe que reza «Nada más grande que Alá» se repite a lo largo de todo el perímetro.
El contiguo tocador de señoras está decorado con frescos de alegorías femeninas de la diosa Selene, pintadas en el techo.
El patio denominado pompeyano debe su forma actual a la transformación que se hizo en 1893 de un patio anterior. Es de estilo neoclásico, con 14 columnas con capitel jónico que forman un conjunto de gran efecto artístico con una escultura de Venus en el centro, obra DE José Planes, sobre un pedestal con episodios de la vida de Zeus. En los laterales cuenta con dos bellas reproducciones de esculturas de Danaide y Amazona, de los originales que se encuentran en los Museos Vaticanos.
El Salón de Baile de 1875 es la dependencia más conocida y un espléndido testigo de la vida social de Murcia durante más de un siglo Es de estilo neobarroco. Las valiosas pinturas que lo embellecen -cuatro matronas entre nubes- representan la Música, la Escultura, la Pintura y la Arquitectura, Además, sus cuatro medallones representan a los hijos ilustres de Murcia: Romea, Salzillo, Floridablanca y Villacís. En las paredes encontramos estucos con alegorías del baile. El suelo es de parqué taraceado . Destacan cinco lámparas de bronce fundido con baño de oro, adornadas con 1800 piezas de cristal de Bacarat, fabricadas en París en 1886, por Chalier y Jean.
También hay que destacar el salón de billar, y dos salones de tertulia con enormes ventanales con vistas a la Calle Trapería a los que los murcianos, con el fino humor que les caracteriza, apodaron “las Peceras”.
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