ESTRENO EL DÍA 13 DE DICIEMBRE
OTROS DÍAS DE REPRESENTACIÓN: 21,23, 25, y 28 de diciembre 4 de enero
Fue la primera y la más famosa ópera de las siete óperas que escribiera el compositor que disfrutó de una larga y distinguida carrera como compositor y profesor. Nació en Siegburg, cerca de Colonia, el 1 de septiembre de 1854. Comenzó a recibir clases de piano a los siete años de edad, a los catorce vio su primera ópera y no tardó en ilusionarse en componer la suya propia. Desde muy joven ganó premios y becas que le permitieron conocer el mundo. Estudió en el Conservatorio de Colonia y se relacionó con Richard Wagner, a quien conoció en 1880. Fue invitado a Bayreuth y sirvió de asistente musical para las primeras representaciones de Parsifal en 1892,
Hay que destacar la rica orquestación y la sutil armonía de Humperdinck, su consistente y fuerte invención melódica nacida tanto de la complejidad wagneriana como de la exuberancia y la liviandad de Johann Strauss.
Apareció una subcategoría de ópera alemana llamada Märchenopern (ópera de cuentos de hadas). La novedosa tradición se desarrolló con el despertar del interés en el folclore o los cuentos de hadas iniciado por los hermanos Grimm, y alcanzó su máximo esplendor en el cambio de siglo. Un notable número de compositores se especializó en el género, con Humperdinck a la cabeza, quien también visitó a los hermanos Grimm para Die sieben Geislein (Los siete críos) en 1895, pasó por la colección de cuentos del francés Perrault para su Bella Durmiente en 1902, y utilizó también un cuento inventado de Ernst Rosmer, seudónimo de la dramaturga Else Bernstein-Porges para sus Königskinder (los hijos del rey) en 1910.
Destacan números como la mágica ‘Obertura’, una reunión de temas soberbiamente contraída, la ‘Danza Dúo’ del acto primero, tan fresca y viva, la encantadora ‘Plegaria Vespertina’ y la sucesiva ‘Pantomima del Sueño’ en el segundo, el breve ‘Preludio’ del Tercero, la alegría musicalizada del momento en que los protagonistas acaban con la Bruja y la cuarta escena, en que los niños de pan de jengibre vuelven a ser humanos, concluyendo en la feliz reunión de los niños con sus padres.
El verdadero logro de Humperdinck en Hansel y Gretel es, ante todo, la sencillez de planteamiento en la partitura frente a posibles complejidades que a priori pudiera encontrar el espectador ante el acervo musical de su autor. Escuchar en sus páginas una música sinfónica de tanta calidad, que para bien o para mal hace incomprensible buena parte del texto, contradice el concepto actual de la obra musical infantil.


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