sábado, 15 de julio de 2017

BACHARACH


W. Turner   Bacharach am Rhein   1841


Viajar por el Rhin es adentrarse en un paisaje en el que se mezclan las corrientes de la historia y la leyenda. A la vez puente y frontera, sus caudalosas aguas han sido durante más de dos mil años una de las principales vías de comunicación e intercambio entre la Europa mediterránea y la septentrional. Con sus meandros y suaves colinas sembradas de viñedos, sus villas medievales y los más de cuarenta castillos que se alzan en sus márgenes, el valle del Rhin capturó la imaginación de escritores, pintores y músicos como Goethe, Victor Hugo, William Turner y Franz Liszt.



"Es la vieja ara Bacchi que surge abruptamente del agua, altar de Baco . Lleva sobre San Pedro desde el siglo XI.  Se puede ver la mitad de las ruinas de la capilla Wermer en la piedra arenisca roja del siglo XV, sin puertas, sin techo y sin ventanas. Un magnífico esqueleto que representa sus finos contornos del cielo. Por último, por si fuera poco en la parte superior de la montaña, se asoman los dientes de hiedra trenzadas del Castillo Stahleck, la residencia del Palatino desde el siglo XII. Cuando delante del sol se extiende una nube y sólo se ríe de una esquina del cielo, no hay nada más delicioso que Bacharach.

Todas estas fachadas decrépitas y enrevesadas, plantas con flores. Sombras, torretas y paletas dibujan mil ángulos extraños.Todo esto es Bacharach am Rhein, este lugar mágico como un cuento de hadas,  envuelto en mitos y leyendas ". Así  lo describió Víctor Hugo, después de pasar una semana en este lugar, en su libro  "Viaje por el Rhin". 

Su nombre deriva de la palabra celta "Baccaracus". Sus calles, con viejos edificios entramados de madera, transportan a los visitantes al pasado.
 
Se alarga en dos calles paralelas al río: Langstrasse, junto a la muralla, y Oberstrasse, la calle principal. La tercerea calle que vertebra el pueblo transcurre de forma perpendicular a las anteriores desde Marktplatz hasta la torre Stegeer.

La Alte Haus, en Marktplatz, es una de las mejor conservadas y la más fotografiada por los turistas. Fue construida en 1389 y reformada en el siglo XVII.


La antigua casa de Correos destaca en Oberstrasse por su ornamento en entramados y su patio señorial, alberga hoy un restaurante.

Caminado en dirección a la estación encontramos en la misma calle el edificio del Ayuntamiento (Rathaus).  

El paisaje urbano se adorna con las torres de la antigua muralla que sube hasta el castillo. La fortificación se levantó en el siglo XIV, rodea el caso antiguo de la ciudad. Las torres en el lado del río están comunicadas entre sí por un adarve transitable.
El castillo Stahleck, antigua fortaleza de los Hohenstaufen desde 1155,  se comenzó a utilizar en 1925 como albergue juvenil. No pudimos subir a la torre, de uso exclusivo de los clientes para acceder a las habitaciones. Destaca en el conjunto la torre señorial coronada por una cubierta cónica. Pero lo que más llama la atención es el emplazamiento, rodeado de viñas y bosques. Además podemos disfrutar de las vistas sobre el  valle del Rhin.


Cada veinte metros encontramos un poema sobre las fachadas de las casas.Todos los años se celebra un festival de poesía.

"Los poetas finalmente han llegado. En las orillas de la poesía que no ha perdido nada de su magia. Los poetas se ven en el parque histórico del Rhin de la pequeña ciudad, donde instalaron un monumento literario en sus obras: Clemens Brentano, Heinrich Heine y Victor Hugo."  (Allgemeine Zeitung)

 

De la Peterskirche tomamos un sendero con el objeto de  visitar otro de los iconos de la vieja ciudad medieval. Tras subir un centenar de escalones llegamos a la Wernerkapelle, una iglesia que se construyó entre finales del siglo XIII y principios del XV en honor a un santo que en realidad lo fue para el pueblo pero jamás fue canonizado por la iglesia católica. La aparición del cadáver del joven jornalero Werner abierto en canal y colgado para abajo dio pábulo a numerosas teorías conspiratorias en el pueblo. Se dijo que había sido masacrado por judíos, a quien además sin prueba alguna se les acusó de dicho asesinato así como de haber utilizado la sangre del chico para un enrevesado ritual secreto. Los locales santificarían a Werner y sus restos, enterrados en la entonces iglesia de San Cuniberto, fueron objeto de peregrinación. La capilla de Werner sería uno de los núcleos más importantes de Bacharach hasta que el Vaticano se opuso fervientemente a hacerle santo y, sobre todo, con la destrucción del templo en 1689 en un incendio que dejó los muros desnudos visibles hoy día.


Lo llaman “el pueblo del vino” para no incurrir en herejía, pues en celta Baccaracum significa el “altar de Baco. Su principal actividad económica se ha centrado en la viticultura, ya en el siglo XIV se celebraba aquí el mercado de vinos más pujante del Mittelrhein. Las bodegas están distribuidas por toda la localidad. Se pueden recorrer por los caminos señalados con la imagen de un burro las laderas llenas de viñas. Una de las torres de la muralla se ha aprovechado como mirador. El vino Reisling es el más apreciado de Alemania. Hace más de mil años ya lo elogió Carlomagno. Cuando la ciudad de Nuremberg ofreció al emperador Wenceslao 10.000 florines para mantener su privilegios, el emperador los cambió por cuatro toneles de vino de Bacharach. El papa Pio II encargaba todos los años una barrica de vino de Bacharach que era transportada a Roma vía Rhin por Estrasburgo.

                                         

No hay comentarios:

Publicar un comentario