Este monasterio gótico, cuyo nombre oficial es Convento de
Santa Maria da Vitória. Aunque la mayor parte se completó en 1434, en estilo
gótico, la exuberancia manuelina acapara el protagonismo gracias a los añadidos
de finales del XV y en el XVI. Su construcción se alargó durante siete reinados.
Su historia está ligada a la de la dinastía de Avís, pues
fue João I quien ordenó la construcción del monasterio a finales del siglo XIV,
para conmemorar su victoria en la batalla de Aljubarrota frente a los castellanos
en 1385. El Maestro Huguet sería el encargado de dirigir las obras del
monasterio desde comienzos del siglo XV, aunque la construcción de este
magnífico complejo se extendería durante los dos siglos siguientes. Sin
embargo, sus obras fueron interrumpidas cuando otros monumentos portugueses,
como el Monasterio de los Jerónimos, comenzaron a robarle protagonismo. Desde
este modo, el Monasterio de Batalha quedó olvidado hasta que en el siglo XIX
comenzaron los trabajos de restauración que, no obstante, nunca llegaron a
completar las capillas inacabadas.
El tímpano muestra un pantocrátor y un tetramorfos de los cuatro evangelistas con su símbolo característico cada uno. El conjunto se remata con la coronación de la Virgen María. Todas las figuras humanas aparecen bajo doseletes. La mitad inferior de la fachada es de Alfonso Domingues y la superior, con su ventanal gótico, del maestro Huguet.
El interior se estructura en tres altísimas naves sostenidas
por columnas de fustes compuestos. La
nave central, donde por primera vez se utilizó el estilo manuelino,
mezclándose con el gótico tardío.
La Capilla del
Fundador (panteón de Joao I), mausoleo de la dinastía Asís hasta que los
reyes pasaron a enterrarse en el Monasterio de los Jerónimos, cercano a Lisboa.
A pocos metros de la entrada de la
iglesia, en el lateral derecho se abre una puerta que conduce a esta capilla,
adosada a la pared exterior de la nave sur.
Tiene planta cuadrada, en la cual
se inscribe en el centro un octógono, rematado por una bóveda estrellada, que
ilumina la luz de una linterna.
Esta
capilla fue trazada por el maestro Huguet y se encontraba todavía en obras en
1426. Fue terminada poco después del fallecimiento del monarca, que fue
trasladado a ella, junto a la reina Felipa de Lancaster, un año después (1434).
En el centro se encuentra la tumba octogonal
de Juan I y su esposa. El rey aferra con sus manos la espada que usó en la
batalla de Aljubarrota, la reina sostiene un breviario. Ambas figuras están
unidas por la mano que les queda libres.
Las tumbas de sus cuatro hijos más jóvenes cubren la pared sur de la
capilla, la segunda por la derecha es la de Enrique el Navegante.
La puerta lateral izquierda conduce al Claustro
real, o de Joao I, construido en gótico por Alfonso Domingues
hacia 1390, pero con añadidos manuelinos posteriores de Mateus Fernandes, del
primer tercio del XVI, y un interesante
lavatorio antes de pasar al refectorio.
Cada arco es un ovillo de elaboradas
tallas de símbolos manuelinos (esferas armillares, cruces de la orden de
cristo) enlazados con vegetación y motivos marineros (cuerdas, perlas,
conchas).
Tres cipreses reproducen la forma de las torres góticas que se erigen
sobre la sala capitular.
La Sala do Capítulo. Iniciada también por Domingues le
correspondió al maestro Huguet finalizarla. De planta cuadrada, cubierta por
una bóveda de estrella de un solo vuelo. Esta bóveda está formada por dieciséis
nervios radiales, que convergen en una gran clave central de decoración vegetal,
desarrollada en dos coronas. Debido al riesgo que entrañaba su construcción la
bóveda tuvo que cerrarse por condenados a muerte
La portada, con cinco
arquivoltas por fuera y cuatro por dentro. A cada lado se abren dos grandes
vanos partidos, ocupados cada uno de ellos por dos ventanas geminadas del
gótico flamígero. El tema dominante de la decoración es mariano, destacando en
la ventana sur, hacia el claustro, en dos capiteles, una representación de la
Anunciación, con la Virgen a la derecha y el ángel a la izquierda. Nuestra
Señora sujeta una vasija con su brazo derecho, teniendo el cuello adornado por
un collar de colgantes en forma de mano, y el ángel la típica filacteria
enrollada alrededor del cuerpo.
Otro elemento iconográfico bastante conocido, es la
representación, en una de las ménsulas , el maestro cantero, en forma de retrato.
Vestido con un traje de principios del siglo XV, una túnica ajustada con faja,
turbante trazado e inclinado, sujeta en la mano izquierda una regla teniendo la
otra mano posada en la rodilla derecha.
Salimos hacia el claustro de
Alfonso V, en sencillo gótico, diseñado por el maestro Fernao de Evora.
En el piso superior de este claustro se expone el mecanismo del reloj que alojaba la torre.
Lo que más llama la atención son las capillas
inacabadas, imperfectas, usadas como panteón para los sucesivos monarcas
portugueses y descubiertas al aire libre, pues nunca llegaron a completarse. El
panteón del rey Duarte fue diseñado teniendo en cuenta una lectura rigurosa del
testamento de Juan I, que optó por crear su propio espacio funerario. Así, el
rey Duarte dio inicio a la edificación de una rotonda detrás de la cabecera.
De
cualquier modo, las obras, dirigidas también por Huguet, no fueron terminadas,
ya que, iniciadas en 1434, el monarca falleció cuatro años después dejándolas
incompletas. Pero el trazado estaba ciertamente diseñado, y las obras de los
reinados siguientes fueron lentamente intentando acabar el edificio, dejando,
sin embargo, por hacer lo principal: la gran bóveda central. Se trata de un edificio con un cuerpo central
octogonal y entrada por el eje (articulada en una cabecera con un atrio
abovedado), a la salida del cual se disponen siete capillas radiantes.
Surgiendo de los grandes macizos polistilos que conforman la estructura, se
levantaría un cuerpo octogonal provisto de grandes ventanales, abovedado y
debidamente escorado en arbotantes, previsto para configurar un amplio espacio
de planta centrada completamente unificado.
Las capillas existentes se abren al
recinto a través de grandes arcos apuntados angrelados, poseyendo cada una de
ellas un coro recto y un techo prismático de tres caras, con un solo ventanal
de dos luces en cada cara y cubierta de bóveda enervada. Entre las capillas,
sirviendo de refuerzo, se abren seis pequeñas áreas de planta triangular, sin
acceso, más bajas que las capillas y decoradas exteriormente con un ventanal. Lo
más impresionante es la ornamentación al vacío. En 1528 fue nombrado maestro de
obras de este Monasterio el arquitecto cántabro Juan de Castillo. Sus
principales obras se corresponden con la loggia y la unión de la cabecera de la
iglesia.
Estuvimos hora y media paseando, viendo y haciendo fotos en Batalha. Nos dio tiempo a tomarnos un cafetito rico de Portugal. Nos quedaban cuarenta y cinco minutos para llegar al hotel y comer. Nos esperaba el bacalao a bras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario