viernes, 8 de marzo de 2019

MONASTERIO DE BATALHA

Llegamos a Batalha a las once y media de una mañana soleada, sábado dos de marzo del puente de carnavales. Teníamos ganas de estirar las piernas después de varias horas en autocar.

Este monasterio gótico, cuyo nombre oficial es Convento de Santa Maria da Vitória. Aunque la mayor parte se completó en 1434, en estilo gótico, la exuberancia manuelina acapara el protagonismo gracias a los añadidos de finales del XV y en el XVI. Su construcción se alargó durante siete reinados.


Su historia está ligada a la de la dinastía de Avís, pues fue João I quien ordenó la construcción del monasterio a finales del siglo XIV, para conmemorar su victoria en la batalla de Aljubarrota frente a los castellanos en 1385. El Maestro Huguet sería el encargado de dirigir las obras del monasterio desde comienzos del siglo XV, aunque la construcción de este magnífico complejo se extendería durante los dos siglos siguientes. Sin embargo, sus obras fueron interrumpidas cuando otros monumentos portugueses, como el Monasterio de los Jerónimos, comenzaron a robarle protagonismo. Desde este modo, el Monasterio de Batalha quedó olvidado hasta que en el siglo XIX comenzaron los trabajos de restauración que, no obstante, nunca llegaron a completar las capillas inacabadas.

La portada, Construida en 1509, bajo un pórtico gótico flamígero seis arquivoltas  decoradas con 78 esculturas , repartidas en seis filas, personajes del Antiguo Testamento, profetas, santos y ángeles, algunos con instrumentos musicales medievales. En las jambas se representan a los doce apóstoles, entre los que hay uno que sujeta al demonio con cadenas. 




El tímpano muestra un pantocrátor y un tetramorfos de los cuatro evangelistas con su símbolo característico cada uno. El conjunto se remata con la coronación de la Virgen María. Todas las figuras humanas aparecen bajo doseletes. La mitad inferior de la fachada es de Alfonso Domingues y la superior, con su ventanal gótico,  del maestro Huguet.






El interior se estructura en tres altísimas naves sostenidas por columnas de fustes compuestos. La nave central, donde por primera vez se utilizó el estilo manuelino, mezclándose con el gótico tardío.



La Capilla del Fundador (panteón de Joao I), mausoleo de la dinastía Asís hasta que los reyes pasaron a enterrarse en el Monasterio de los Jerónimos, cercano a Lisboa.  A pocos metros de la entrada de la iglesia, en el lateral derecho se abre una puerta que conduce a esta capilla, adosada a la pared exterior de la nave sur.

 Tiene planta cuadrada, en la cual se inscribe en el centro un octógono, rematado por una bóveda estrellada, que ilumina la luz de una  linterna. 

Esta capilla fue trazada por el maestro Huguet y se encontraba todavía en obras en 1426. Fue terminada poco después del fallecimiento del monarca, que fue trasladado a ella, junto a la reina Felipa de Lancaster, un año después (1434).  En el centro se encuentra la tumba octogonal de Juan I y su esposa. El rey aferra con sus manos la espada que usó en la batalla de Aljubarrota, la reina sostiene un breviario. Ambas figuras están unidas por la mano que les queda libres.  


Las tumbas de sus cuatro hijos más jóvenes cubren la pared sur de la capilla, la segunda por la derecha es la de Enrique el Navegante. 




La puerta lateral izquierda conduce al  Claustro real, o de Joao I,  construido en gótico por Alfonso Domingues hacia 1390, pero con añadidos manuelinos posteriores de Mateus Fernandes, del primer tercio del XVI,  y un interesante lavatorio antes de pasar al refectorio. 

Cada arco es un ovillo de elaboradas tallas de símbolos manuelinos (esferas armillares, cruces de la orden de cristo) enlazados con vegetación y motivos marineros (cuerdas, perlas, conchas). 

Tres cipreses reproducen la forma de las torres góticas que se erigen sobre la sala capitular.



La Sala do Capítulo.  Iniciada también por Domingues le correspondió al maestro Huguet finalizarla. De planta cuadrada, cubierta por una bóveda de estrella de un solo vuelo. Esta bóveda está formada por dieciséis nervios radiales, que convergen en una gran clave central de decoración vegetal, desarrollada en dos coronas. Debido al riesgo que entrañaba su construcción la bóveda tuvo que cerrarse por condenados a muerte         
                                    
 La portada, con cinco arquivoltas por fuera y cuatro por dentro. A cada lado se abren dos grandes vanos partidos, ocupados cada uno de ellos por dos ventanas geminadas del gótico flamígero. El tema dominante de la decoración es mariano, destacando en la ventana sur, hacia el claustro, en dos capiteles, una representación de la Anunciación, con la Virgen a la derecha y el ángel a la izquierda. Nuestra Señora sujeta una vasija con su brazo derecho, teniendo el cuello adornado por un collar de colgantes en forma de mano, y el ángel la típica filacteria enrollada alrededor del cuerpo. 



Otro elemento iconográfico bastante conocido, es la representación, en una de las ménsulas , el maestro cantero, en forma de retrato. Vestido con un traje de principios del siglo XV, una túnica ajustada con faja, turbante trazado e inclinado, sujeta en la mano izquierda una regla teniendo la otra mano posada en la rodilla derecha. 

Salimos hacia el claustro de Alfonso V, en sencillo gótico, diseñado por el maestro Fernao de Evora. 



En el piso superior de este claustro se expone el mecanismo del reloj que alojaba la torre.


Lo que más llama la atención son las capillas inacabadas, imperfectas, usadas como panteón para los sucesivos monarcas portugueses y descubiertas al aire libre, pues nunca llegaron a completarse. El panteón del rey Duarte fue diseñado teniendo en cuenta una lectura rigurosa del testamento de Juan I, que optó por crear su propio espacio funerario. Así, el rey Duarte dio inicio a la edificación de una rotonda detrás de la cabecera.

 De cualquier modo, las obras, dirigidas también por Huguet, no fueron terminadas, ya que, iniciadas en 1434, el monarca falleció cuatro años después dejándolas incompletas. Pero el trazado estaba ciertamente diseñado, y las obras de los reinados siguientes fueron lentamente intentando acabar el edificio, dejando, sin embargo, por hacer lo principal: la gran bóveda central.  Se trata de un edificio con un cuerpo central octogonal y entrada por el eje (articulada en una cabecera con un atrio abovedado), a la salida del cual se disponen siete capillas radiantes. Surgiendo de los grandes macizos polistilos que conforman la estructura, se levantaría un cuerpo octogonal provisto de grandes ventanales, abovedado y debidamente escorado en arbotantes, previsto para configurar un amplio espacio de planta centrada completamente unificado.



 Las capillas existentes se abren al recinto a través de grandes arcos apuntados angrelados, poseyendo cada una de ellas un coro recto y un techo prismático de tres caras, con un solo ventanal de dos luces en cada cara y cubierta de bóveda enervada. Entre las capillas, sirviendo de refuerzo, se abren seis pequeñas áreas de planta triangular, sin acceso, más bajas que las capillas y decoradas exteriormente con un ventanal. Lo más impresionante es la ornamentación al vacío. En 1528 fue nombrado maestro de obras de este Monasterio el arquitecto cántabro Juan de Castillo. Sus principales obras se corresponden con la loggia y la unión de la cabecera de la iglesia.


Estuvimos hora y media paseando, viendo y haciendo fotos en Batalha. Nos dio tiempo a tomarnos un cafetito rico de Portugal. Nos quedaban cuarenta y cinco minutos para llegar al hotel y comer. Nos esperaba el bacalao a bras. 

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