- Allegro Passacaglia
- Andante Burlesque
- Allegro con brio
El siglo XX ofrece en el género del concierto para violín y orquesta una larga serie de composiciones que nada tiene que envidiar a la colección de obras maestras que encabezadas por los conciertos para violín de Beethoven, Mendelsohn, Brahms, Dvorak y Chaikovski nos legó el romanticismo del siglo XIX.
Los muchos conciertos para violín del siglo XX cubren todo un espectro estético, desde los posrománticos - Glazunov, Gliere, Konus, Korngold o Jachaturián - hasta las obras "vanguardistas" de Berg, Schoenberg, Weill, Schnittke o Dutilleux. En una zona intermedia entre los innovadores vanguardistas y los posrománticos de la retaguardia estarían los conciertos de Bartók, Prokofiev y Shostakovich.
La idea de escribir esta obra, destinada a David Oistrakh, amigo y compañero del compositor en innumerables veladas camerísticas, había surgido pocos meses después de su colaboración en el festival Primavera de Praga de 1947. Escribió su Concierto para violín entre 1947 y 1948. El Primer concierto para violín y orquesta de Shostakovich fue catalogado originariamente como Op. 77, pero en la partitura publicada en 1956 apareció como Op. 99. Este concierto fue probablemente una de las pocas obras de Shostakovich que encontró desde su estreno una recepción favorable sin excepciones, de público y crítica. El 29 de octubre de 1955 -unos días más tarde de la liberación de los últimos prisioneros alemanes que, diez años después del fin de la Segunda Guerra Mundial aún continuaban recluidos en la URSS- este concierto se hizo sonoro gracias a la Orquesta Filarmónica de Leningrado, a la batuta de Evgeny Mravinsky y a las prodigiosas manos de David Oistrakh, quien con su amistad inquebrantable había acompañado a Shostakovich en los momentos oscuros y había estimulado la composición de la partitura. Ambos acontecimientos -liberación de los prisioneros de guerra y estreno del concierto- hubieron de esperar a la muerte de Stalin para que el clima opresivo se resquebrajara un poco y la luz y el aire pudieran colarse por las rendijas.
La original estructura de esta partitura laberíntica, acoge cuatro movimientos de dimensiones desiguales. El extenso Moderato inicial es un Nocturno dominado por una punzante melancolía en el que se alternan misteriosas secuencias ensoñadoras, meditaciones a modo de sombríos recitativos y elegíacos monólogos del solista.
Sarcasmo y fantasmagoría se dan cita en el Scherzo, un corrosivo Allegro a modo de convulsa danza diabólica, de torrencial energía rítmica, salpicada de chirriantes trepidaciones del violín.
En abierto contraste, el tercer movimiento adopta la forma de una monumental Passacaglia, estructura favorita del músico que aparece en muchas de sus obras. La secuencia, una de las más desgarradoras de Shostakovich, es un trágico Andante procesional de tono hierático, un lamento fúnebre que desemboca en una larga cadencia del solista encadenada sin interrupción al conclusivo Allegro con brio, un vigoroso rondó cuyo título (Burlesque), de resonancias mahlerianas, esconde una suerte de actualizado trepak, danza folclórica rusa, de fulgurante virtuosismo: «Un ambiente de alegre fiesta popular», en palabras de Oistrakh. De irresistible motricidad, grotesca y jubilosa a la vez, el movimiento retoma hacia el final –en la trompa y después en el violín– el tema de la Passacaglia que habrá de dominar la trepidante coda.
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Bomsori Kim (Corée du Sud)
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