Llegamos a Estremoz a las nueve y media de la mañana del sábado diez de diciembre. Hacía una temperatura muy agradable, quince grados con el cielo nublado y de vez en cuando tímidos rayos de sol. En el Rossio Marqués de Pombal se repartían el espacio de la gran plaza el mercado y las obras. Decidimos subir primero a la ciudad alta, por si empezaba a llover. Me detuve un momento a tomar alguna foto junto al estanque de mármol que adorna la plaza. Aquí exageran un poco y lo llaman Lago de Gadanha, pero no es más grande que el estanque del Campo Grande. Al fondo se ve la ciudad alta amurallada con el Palacio.
Antes de subir nos encontramos con la Picota, el rollo jurisdiccional tan típico de las villas castellanas y portuguesas.
Un recinto doblemente fortificado nos abre sus puertas para mostrarnos un dédalo de callejuelas empinadas con un atractivo singular. La porta de Évora es una de las entradas de la muralla encargada por el rey João IV en el siglo XVII al comprobar la fragilidad de la cerca medieval.
La porta de Évora es el primero de los dos accesos que hay que superar para llegar al Palacio Real. Sorprende este blindaje de Estremoz al no ser una ciudad fronteriza como es el caso de Elvas. La presencia de su recinto amurallado se explica porque funcionó como una segunda línea de defensa del territorio portugués ante los ataques españoles y evitar así cualquier intento de penetración hacia Évora o Lisboa.
La muralla medieval, la que rodea el recinto del castillo, data del siglo XIII y fue encargada por el rey Dinis I. Nosotros la cruzamos por la elegante porta de Santarém, que en su día fue el acceso principal a la villa medieval. Barrio de Santiago: Nada más cruzar la porta de Évora encontramos un entramado de calles empedradas con viviendas encaladas de dos alturas. Es el barrio de Santiago, que contrasta con la elegancia del palacio.
El símbolo de Estremoz es el palacio fortificado donde sobresale su torre del homenaje de 27 metros, una de las mejor conservadas de Portugal. Construido con el característico mármol de las canteras de esta ciudad, pasó a la historia por ser el escenario de la muerte de Isabel de Aragón, santa esposa del rey Dinis I. Sin embargo, sus restos reposan en el monasterio de Santa Clara-a-Nova de Coímbra.
La torre recibe el nombre de las Tres Coronas ya que su construcción se llevó a cabo durante los reinados de Sancho II, Alfonso III y Dinis I. Hoy se ha convertido en un lujoso Parador pero se puede subir a la torre de forma gratuita.
Desde esta privilegiada atalaya pudimos contemplar unas extraordinarias vistas de Estremoz y de la campiña alentejana. La Iglesia de Santa Maria y capela da Rainha Santa Isabel están junto al Palacio Real. De estilo manierista, su ancho es igual a su altura y longitud. Todo tiene una razón de ser. El ancho de cada una de sus secciones es exactamente un tercio del ancho de la iglesia. Un amante de la geometría disfrutaría con un templo que, para mayor armonía, carece de torres y pináculos.
Su origen se remonta al siglo XIII e incluso una de las canciones recogidas en las cantigas de Alfonso X El Sabio habla de un supuesto milagro que sucedió en el interior de sus muros. Tuvimos la suerte de que estaba abierta.
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