Salimos a las nueve. Desde el apartamento fuimos a la estación y bajamos a la pasarela peatonal que cruza el Sil. Todavía hacía fresquito, quince grados a la sombra.
Cruzamos hasta el lado del Monte Pajariel para llegar al camino de Santiago de Invierno. La ruta desde la pasarela hasta Toral de Merayo solo se alarga cuatro kilómetros. El sendero amplio y consistente está muy bien señalizado. El desnivel no es muy pronunciado, de la cota más baja - nivel de la Ribera del Sil a 510 metros- a unos 580 de la cota más alta en la ladera del Monte Pajariel. Como las pendientes son suaves caminamos con comodidad.
Según vamos subiendo hacemos alguna paradita para contemplar las vistas de Ponferrada.
A pesar de los múltiples incendios que ha soportado este pequeño pulmón verde de Ponferrada, conserva robles y castaños, también monte bajo y por increíble que parezca, dada la cercanía de la ciudad, los árboles están plagados de líquenes, síntoma de la pureza del aire.
En la segunda parte del recorrido aparecen cultivos -viñas de godello y mencía, manzanos de reineta, nogales, huertas-. A la entrada de Toral de Merayo el camino pasa por un túnel excavado en la ladera.
Terminamos la ruta en la plaza del nogaledo de Toral de Merayo, para después, apostarnos en el margen del río Oza, donde el pueblo cuenta con una pequeña zona verde y algún que otro banco a la sombra de un laurel.
Nos acercamos a ver la iglesia del Santo Cristo, con una bella espadaña. También encontramos viviendas tradicionales con balconada de madera y paredes de pizarra con cantos rodado, una estampa muy repetida en el Bierzo.
La vuelta se puede hacer por el mismo camino para disfrutar del las vistas de Ponferrada y parte del Bierzo bajo. Pero nos alargamos hasta el Puente Boeza y subimos a al casco viejo por el Hospital de la Reina, llegando al castillo de los Templarios y a San Andrés.
Al llegar al apartamento para comer la pulsera me marcaba 13,5 km y más de 20.000 pasos.
Después de llenar la barriga con mejillones regados con blanco godello descansamos a la hora de la siesta. Después tomamos café y un heladito en la terraza de La Jijonenca. Subimos a Santo Tomás de las Ollas en otro paseíto. La señora Manuela nos enseñó el interior de la iglesia mozárabe y nos contó su vida.
A la hora de la cena miré los pasos andados, 33.000, y los kilómetros de todo el día -21,5-. Nos conformamos con una ensalada para cenar y vimos el partido España-Ucrania.
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