Llegamos a Oporto a las once de la mañana del treinta de abril. Nos encontramos una ciudad ocupada por españoles en el puente del uno de mayo. También había cantidad de estudiantes con sus capas negras, una concentración de todo Portugal. En primer lugar fuimos a la desembocadura del Duero.
Anduvimos por el paseo de la Ría bajo el sol pero al fondo en el mar había neblina.
Dejando atrás la playa de Matosinhos fuimos hasta centro de Oporto, convertido en un caos de tráfico por las obras del metro. Nuestra primera parada fue la torre de los Canónigos.
Es todo un símbolo de Oporto; visible desde prácticamente cualquier punto de la ciudad. Está considerada la construcción religiosa más alta de Portugal, casi 80 metros de altura de mediados del siglo XVIII . Para sustentarla, sus muros se construyeron con más de dos metros de grosor. El arquitecto Nicolau Nasoni, de origen italiano y uno de los máximos representantes del Barroco portugués, se encargó de su diseño. Hecha en mármol y granito, la torre forma parte de la Iglesia de los Clérigos y fue financiada con los fondos de la Hermandad de los Clérigos Pobres, que hicieron de la iglesia adyacente su residencia. Precisamente por su situación elevada, la Torre de los Clérigos ejerció durante años como referencia para las embarcaciones que surcaban el Duero.
Nos tocó dar un rodeo desde la torre de los Canónigos hasta la catedral. Los cinco minutos habituales se convirtieron en cuarto de hora por las calles cortadas incluso a los peatones. En el centro de la plaza está una columna (pelourinho) como los rollos o picotas medievales en Castilla. En realidad, esta columna nunca fue utilizada como símbolo jurisdiccional, pues se instaló a mediados del siglo XX únicamente con el objetivo de «decorar» esta plaza.
La plaza de la Catedral de Oporto es un buen mirado por su situación y altitud: a un lado podemos observar el Duero, Vila Nova de Gaia y su ribera llena de bodegas. Al otro, el casco antiguo de Oporto con sus viejos edificios y fachadas de colores.
Presidiendo el barrio de la Ribeira y el Río Duero nos encontramos fue construido por el arquitecto alemán Théophile Seyrig que era socio de Eiffel. Destaca por sus más de 60 metros de altura y su gran arco de acero. Se construyó a finales del siglo XIX para cubrir las necesidades comerciales que se estaban llevando a cabo en la ciudad. Tiene dos pasos y ambos se pueden cruzar andando. Aunque es el puente más famoso de Oporto no es el único. También hay otros puentes para cruzar el Duero como el Puente del Infante Don Enrique o el Puente de Doña María Pia.
La catedral s el edificio religioso más importante de Oporto. Está situada en el barrio de Batalha, junto a las murallas que tiempo atrás protegieron la ciudad. El exterior del edificio tiene un aspecto de fortaleza con almenas.
La construcción de la catedral comenzó en el siglo XII, a lo largo de su historia, ha sufrido muchas reconstrucciones, por lo que presenta diferentes estilos. La mayor parte de la catedral es barroca, aunque la estructura de la fachada y el cuerpo de la iglesia son románicos, y el claustro y la capilla de San Juan Evangelista son de estilo gótico.
El origen de la Catedral de Oporto se remonta al siglo XII, cuando comenzó a construirse según el estilo románico que imperaba en Europa por aquel entonces. Su aspecto exterior sobrio, y el rosetón de la fachada son buenas muestras de ello.
El Altar Mayor, decorado con murales de Nicolau Nasoni, uno de los arquitectos más importantes de Oporto. Contiene tres órganos y la imagen de la patrona de Oporto, la Virgen de Nuestra Señora de Vandoma.
Al claustro de la catedral se accede desde el interior de la misma, por una puerta situada en el lado derecho. Pertenece al siglo XIV y está decorado con azulejos que reflejan escenas religiosas. Aunque hay que pagarlo aparte, merece la pena entrar para contemplar este claustro gótico decorado con azulejos blancos y azules que representan escenas de las Metamorfosis de Ovidio.
El acceso al piso superior se hace a través de una escalera diseñada también por Nasoni, y alrededor del patio podemos acceder a distintas estancias: entre ellas destaca Casa do Cabildo, donde se expone el "tesoro de la catedral".
Subimos a la torre por unas escaleras en buen estado. Las vistas merecen la pena.
Al salir nos acercamos al puente, parando a tomar café en una terraza a la sombra por detrás de la catedral, el sol ya pegaba de lo lindo.
Muy cerca del puente y de la catedral está la estación de San Bento. Entramos en el vestíbulo para recrearnos en los azulejos que narran la historia de Portugal.
Desde allí por la calle más comercial, Rua Santa Catarina, llegamos hasta la Avenida de Aliados, donde está el edificio del ayuntamiento.
Nos detuvimos un ratito en una de los cafés más famosos de Portugal, que aún conserva el aroma de principios del siglo XX.
No nos pareció que hubiéramos salido de España, estábamos como en Vigo. Escuchamos mucho más español que portugués por la calle.
Oporto en días soleados es un lugar muy agradable para pasear y pararse a tomar café - incomparable el de Portugal- a pesar de las obras.
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