No pudimos entrar en la cueva porque con la pandemia había reservas de hace seis meses y habíamos cambiado de fecha el viaje. Hemos venido el puente de Villalar en vez de Semana Santa. Pero mereció la pena el paseo hasta la ermita de San Bernabé y la entrada de Ojo Guareña.
La cueva que contemplamos a la derecha de las ermitas es visitable, se usó ya en el paleolítico, en su interior se encontraron muestras de muchas culturas: grabados, pinturas rupestres y restos de cerámicas y armas. Además tiene espectaculares formaciones geológicas e invertebrados únicos en el mundo. Aunque solo se puede visitar una pequeña parte, tiene más de 110 km de galerías subterráneas.
El complejo kárstico se forma en la actualidad por la acción del los ríos Guareña y Tremal junto al arroyo de Villamartín. Discurren por las galerías inferiores de la formación, si bien alcanzan galerías más altas con las crecidas, y retornan al exterior a través de las resurgencias situadas en un tramo más bajo del río Trema. El agua subterránea discurre a través de Ojo Guareña a una velocidad de 1,5-5 km/día.
Continuamos por la carretera que termina en Villarcayo BU-561 y llegamos a Puentedey un pueblo muy curioso que también se merece una visita. La mayor parte de este, incluida su iglesia románica, está construido sobre un arco natural de roca a través del cual pasa el río Nela, un afluente del Ebro.
Es en Puentedey donde el Río Nela es el artífice de un enorme arco sobre la roca. El Puente Natural de Puentedey tiene su origen en una cavidad kárstica que la erosión ha dejado al descubierto. El Puente tiene más de 15 metros de altura, 35 metros de anchura y casi 80 metros de longitud y está integrado en el casco urbano de Puentedey.
Sorprende la sencilla portada románica con un pequeño porche y unas banquetas, sobre el tímpano de la entrada hay un curioso relieve de San Jorge luchando contra el dragón.. San Pelayo fue martirizado en Córdoba en el siglo X, así que la advocación de San Pelayo hace pensar que hubo influencias mozárabes en esta población
Edificado sobre el puente natural por los Fernández de Brizuela, del lugar, más tarde fue de los Porres y de los Velasco. Este palacio renacentista conserva dos torres cuadradas del siglo XV.
Se unen mediante un cuerpo central más bajo, conserva su estructura original y algunas tallas de piedra labrada en la fachada, hoy en día es propiedad privada y no es visitable su interior.
Paseamos después hasta el mirador de San Andrés, un bonito lugar accesible y habilitado con unas vallas metálicas semitransparentes para que la experiencia de las vistas sea lo más realista posible. Quizás no sea muy apto para personas que padezcan de vértigo, como el que escribe estas líneas, pero las vistas son espectaculares. Se puede ver parte del arco de piedra natural y casas colgadas al borde del precipicio, así como la torre de la iglesia de San Pelayo y el Palacio de Brizuela. También el paisaje al fondo de la hoz del río.
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